«Nymphomaniac» vol. 1 y 2
Lars von Trier
Dinamarca 2013
v.o (inglesa).s.
En estos momentos Lars von Trier está rodando una serie de televisión «The House That Jack Built» que no sé de qué irá. La película anterior fue «Melancolía» de 2011, y entre las dos tenemos ésto.
No tenía ganas de verla porque ya me imaginaba diáfanamente lo que sería, pero ante la sequía de material interesante y dado que Trier es siempre una garantía en ese sentido, la he visto. Tras ello, sólo espero que pasen los días para que se disuelvan todas esas imágenes perturbadoras de mi mente.
Trier ya no puede caer más bajo en el pozo de la depresión: no hay nada que sea salvable. Ni aquel espacio de puro instinto que podría ser el sexo y que podría ser liberador, tampoco. Eso también nos conduce a la soledad y a la desesperación. Lo cual tampoco es una sorpresa viniendo de él.
La película se presenta en dos entregas la primera de unos 90 min/117 min. y la segunda de unos 120 min. Me parece que yo he visto una versión recortada de la primera (la que se puede ver por Imagenio) con menos minutos.
En un callejón aparece una mujer apaleada que podría estar muerta. Un buen samariatano la ayuda y la lleva a su casa para que se reponga. Ella le cuenta su historia desde la infancia. Es una ninfomaníaca y toda su vida está determinada por esa necesidad. La historia se explica en episodios con un una estructura particular y un título inspirado en algo de la casa del samaritano.
El samaritano es un hombre asexuado que viene a hacer el papel de psicólogo. Establecen un diálogo en el que el hombre no juzga, sólo intenta entender. Las experiencias sexuales llevan intercaladas reflexiones, digresiones, ideas afines, que son representadas visualmente, forma narrativa bastante usada pero que me gusta especialmente.
Es de agradadecer que la cámara esté quieta y visualmente todo se cuente de una manera clásica y elegante. La fotografía de Manuel Alberto Claro es bella y austera. Aparecen gran cantidad de actores conocidos, tanto de los habituales de Trier, como estadounidenses de lujo.
Trier nos parece decir que las prácticas sexuales extremas, aún están rodeadas de hipocresía, así que vamos a mostrarlas en toda tu crudeza, para… no sé exactamente su finalidad. Desde luego, para Trier, es para concluir que el sexo tampoco nos salva. Es triste y sórdido.
Pero también me parece hipócrita por parte de Trier no mencionar lo peligroso que resulta para la propia integridad física de la protagonista entregarse a esos excesos: tanto de encuentros desafortunados, violentos, reacciones inesperadas de compañeros contrariados, etc. O el aspecto sanitario de enfermedades de transmisión sexual, que parecen no existir. Pero claro, eso parecería moralizante, aunque no menos real.
No sé hasta que punto son necesarias ciertas imágenes para comprender una situación. No han sido las sexuales las más pertubadoras, sino las de sadismo y masoquismo. Por poner un ejemplo: en la famosa escena de la ducha de «Psicosis» de Hitchcock, vemos y no vemos lo que pasa. Lo que no se ve lo imaginamos. Ahora hacemos la misma escena viendo cómo el cuchillo de clava en la carne: innecesario y demasiado explícito. Es más, la mente se queda atrapada en el fotograma del cuchillo hundiéndose y aflorando la sangre y olvida el resto. Es provocación pura y poca imaginación.
Por no decir que esas escenas de sadismo y masoquismo, sólo complaceran a los perturbados y difunden la idea (que no es falsa, pero hay que ser cuidadosos) de que hay mujeres a las que les gusta que las pegen, ergo, si hay muertes por violencia doméstica es porque a algunas les gusta.
Diría que lo que cuenta no me interesa para nada, y no veo para qué sirve contarlo. Sin embargo, es verdad que la realización de Trier siempre es estimulante: cómo lo cuenta. Lástima que necesite olvidarlo.
El final está a la altura de lo que podemos esperar positivamente del director danés. Desde luego, no era posible esperar otro.