El premier británico Winston Churchill cuando fue nombrado a la desesperada en 1940 para hacer frente a Hitler.
Por lo menos he visto dos películas más sobre este tema, por lo menos y además, de no hace mucho.
Desde luego ver a Gary Oldman en esa transformación física inimaginable, así como el esfuerzo por hablar igual (dificilísimo) que el político resulta de un interés añadido y no defraudado. Lo que sucede es que si el argumento ya lo has visto, y hace poco, y repetido, se genera un cierto cansancio.
Además últimamente me molestan las historias personalistas de hechos que incumbieron de muchas personas, pero son mostradas a través de una sola que parece la cabeza visible de la Historia, la mano del Destino. Teoría con la que estoy en desacuerdo.
Acabo teniendo la sensación de que los británicos con esto del Brexit se sienten necesitados de coartadas morales que justifican su acción y tienen que volver la vista a sucesos como éste o Dunkerque para sentirme más afianzados en sus decisiones.
La película nos acerca a la vida de los creadores del personaje infantil Winnie the Pooh: el escritor inglés A.A. Milne (1882-1956) y su hijo Christopher Robin hacia 1924.
Como ya nos ha sucedido con otros autores parecidos: J.M. Barrie (Peter Pan), C.S. Lewis (Narnia) esta no es una historia alegre, al contrario, es profundamente triste.
Milne vuelve a Inglaterra y a su matrimonio después de la primera guerra mundial muy traumatizado después de haber estado en la batalla del Somme. Es un autor teatral de éxito pero necesita la paz del campo. Allí tendrá a su hijo que con el tiempo será el protagonista de las aventuras de Winnie y sus amigos.
Milne es un hombre inteligente y sensible demasiado traumatizado por la guerra. Su esposa es graciosa, guapa y superficial. Christopher es un niño cuidado por su nanny que ve a sus padres muy poco. En una ocasión la esposa abandona a Milne enfadada, y la nanny debe ausentarse por la enfermedad de su madre. Por primera vez Milne cuidará y jugará con su hijo. Descubrirá a un niño talentoso y de gran imaginación que ha convertido el bosque cercano a la casa en un mundo lleno de animales salvajes imaginarios que son en realidad sus propios juguetes. Es una experiencia maravillosa que dura muy poco tiempo, quizá dos semanas, quizá un mes. El padre inmediatamente se pone en la tarea (junto con un ilustrador) de llevar ese mundo a la imprenta. El éxito es arrollador e inmediato.
Sin embargo, la conexión de padre e hijo ya no vuelve a producirse y a partir de ese momento el niño se convierte en un «mono de feria» para ser mostrado en todas partes. Se trata de un niño poco conflictivo que se adapta con resignación a esa situación sin dejar de ser consciente de que en el fondo está solo. Cuando su padre se da cuenta de la situación suspende el espectáculo de masas, pero lo lleva a la normalidad de un internado inglés donde será matirizado por sus compañeros por culpa de los cuentos. Situación que se prolongará durante casi toda su vida. Lo que le supondrá un resentimiento permanente por todo ello.
La película es simplemente correcta. Un acercamiento a la época y situaciones. La impresión es que pasa el tiempo y el niño no crece. Por otro lado, el actor Domhnall Gleeson que no es que me guste especialmente, pero tampoco me molestaba, creo que está fatal. Da bien el tono físico, pero su rostro es el de un actor que no se hace con el personaje y las diferencias de edad las lleva mal.
Gustavo Salmerón (1970) es un actor y director español. Me invento, me imagino que debió ver la película «Cándida» (2006) de G. Fresser y se dijo —Mi madre es mucho más interesante. Y tiene razón.
Por parte del espectador hay aquello de tener la sensación de revisar «Cándida» y después algo parecido a «El desencanto» (1976) de Jaime Chávarri, pero toda la cosa tiene su propia personalidad.
La familia Salmerón tiene como protagonista a la madre: Julia. Como cualquier jovencita expresó en su día tres deseos: tener muchos hijos, tener un mono y tener un castillo. Los tres deseos, cual cuento de los hermanos Grimm se cumplieron y ya se sabe que los deseos cumplidos siempre comportan penalidades.
Los muchos hijos (creo que seis) fueron gracias a la naturaleza y al empeño. Lo del mono enseguida salió mal: muy agresivo. Y lo del castillo se pudo cumplir gracias a una herencia que recibió Julia. Los años han pasado y como siempre no se puede vivir en un cuento, hay que despertarse con ochenta años y asumir la realidad. Ahora bien, con una filosofía de la vida y las cosas digna de oírse.
Alfred Kinsey (1894-1956) era un científico especializado en el estudio de insectos, que un día decidió cambiar los bichos por personas y estudiar el comportamiento sexual de los estadounidenses. Fue un pionero en la materia y su labor estadística incuestionable.
La película aborda la biografía del doctor con menciones a su infancia con un padre demasiado estricto, así como las consecuencias personales y generales de un estudio tan comprometido en su momento.
A mí en general el personaje no me acaba de caer bien, aunque pueda ser muy fiel al original. La interpretación de Liam Neeson como el doctor acaba generando cierta antipatía.
De momento doy por concluido mi mini ciclo de este actor.
Yo es que me maravillo de ver cuánto jugo es posible sacar del tema de los nazis. Diría incluso que hay canales documentalistas de televisión que continuamente están haciendo alguna clase de programa sobre el tema. Es como infinito. Personalmente también siento esa fascinación por el tema y por lo visto no me debo cansar de ver una u otra cosa.
En este caso el documental está realizado de forma doble: imagen real de su momento y actores que interpretan (sin hablar) determinadas situaciones.
Para esta serie el argumento concreto es: cómo eran y cómo evolucionaron todos los nazis en el poder que pertenecían al círculo más personal de Hitler. Su carácter, cómo fueron cambiando, los que cayeron en desgracia, las traiciones y envidias, etc.
Hay individuos que no conocía y me ha parecido en general un punto de vista bastante neutral e interesante.
La película narra el famoso «motín de Esquilache» sucedido en España en el siglo XVIII durante el reinado de Carlos III.
Esquilache era un ministro italiano que había venido con el rey y pretendía modernizar a una España que no quería. Aparte de otras reformas y con el fin de acabar con la delincuencia callejera ordenó que los sombreros y las capas se acortaran.
La cinta es correcta y los actores (casi todos) están bien. Destacan Aldolfo Marsillach como Carlos III y Amparo Rivelles como madre del rey, con un mini papel que borda. Fernando Fernán-Gómez como siempre bien.
Lord Mountbatten llega con su familia a la India en 1947 para facilitar el traspaso de poderes para la independencia. Resulta ser un buen negociador y buena persona que intenta hacer una transición lo menos traumática posible.
La película al contrario de lo que pudiera parecer, no es como un canto del cisne del imperio británico en India. Debido sin duda a que la cinta está dirigida por una mujer descendiente de indios que vivieron la trágica transición, por lo que desea dejar ese testimonio.
Mientras los ingleses estuvieron en India le fue de mucha utilidad fomentar las diferencias entre los indios, por aquello de divide y venderás. En el momento de la independencia la posible convivencia entre musulmanes e hindúes era imposible y ello propició la división del país en India y Pakistán, así como una emigración forzosa de ambos pueblos y un balance de muertos de un millón.
En cualquier caso hay una voluntad de hacer una película de explique todo eso y que sea comercial. Por lo tanto, tenemos a la familia Mountbatten en plan clásico inglés, con una interpretación notable de Gillian Anderson como la esposa. Tenemos también a una pareja joven india interreligiosa en plan paralelo.
Los ingleses quedan bien y mal. Y los indios también. Por encima de lo que me esperaba.
Basada en un caso real. Biográfica. El doctor en Psicología William Moulton Marston (1893-1947) fue el creador de un modelo teórico en psicología, del detector de mentiras y del cómic Wonder Woman.
También tenía una personalidad singular. Mientras daba clases en Harvard compartía actividad con su mujer. Ambos se enamoraron de una estudiante y formaron un trío. Los echaron a todos de la docencia y la universidad. Los tres siguieron viviendo juntos y formando familia con hijos, con ciertos problemas de comprensión de los vecinos.
Ante la falta de perspectivas profesionales a el doctor se le ocurrió la historia de Wonder Woman dónde podía sintetizar la personalidad de su dos mujeres y proyectar sus ideas psicológicas de dominio y sumisión. El cómic al principio era tan explícito, tan lleno de alusiones sadomasoquistas que llamó la atención de los organismos de tutela a la infancia. Luego se suavizaron los detalles.
Es desde luego, una historia singular que resulta interesante conocer.
Basada en las memorias de la que fue la última compañera sentimental del escritor F. Scott Fitzgerald. No dudo que la propia señora ya imprimiera en el texto una cantidad indigesta de romanticismo, sentimentalismo combinado con unas notas de alcohol y drama. Ahora bien, que lo trasladen tal a cual al cine, eso ya tiene delito. Y que además participen actores de la categoría de Gregory Peck yDeborah Kerr aumenta la afrenta, porque actúan mal. Quizá porque el guion tampoco les permite otra cosa.
Tanto da la actriz que interpreta a la señora, porque nadie la conoce, pero a Scott Fitzgerald, por favor. No es ya que Gregory Peck intente imitar algo al escritor, que no lo hace, sino que hace de Gregory Peck como si solo tuviera un registro.
El guion es espantoso. Unos diálogos insufribles. Una historia que no entra ni con calzador. Rodada en estudio la mayor parte salvo las escenas de playa.
La pregunta sería el por qué la he visto hasta el final (123 min.) Bien, primero por la calidad visual y el color: magníficos. Después por el vestuario esplendoroso de la Sra. Kerr, aunque dado que el escritor fallece en 1940, me parece algo desfasado, más años cincuenta que treinta, así como los peinados de ella, al estilo de Kim Novak, en los que predominan los recogidos ultra elegantes, alternados con sueltos tipo estropajo (de cuando los estropajos eran de esparto). Y finalmente los detalles de ambientación que son muy entretenidos de ver (como ese avión comercial con camas tipo tren).
La película recrea la brevísima, pero fructífera relación que tuvieron el fotógrafo Dennis Stock (para la revista Life -de ahí el título) y el actor James Dean.
Se trata de un episodio muy interesante porque Stock, que era un principiante, supo ver en Dean el icono de su generación cuando todavía no era una estrella. Hicieron unas fotos en Nueva York y después lo acompañó a la casa familar del Medio Oeste. Fue algo mágico.
Lamentablemente esta película no logra transmitir satisfactoriamente todo ese proceso. En parte la culpa es del guion y de los actores. James Dean es demasiado conocido para que alguien logre aproximarse a su personalidad, y aunque me guste mucho el actor Dane DeHaan no lo logra. En cuanto a Dennis Stock interpretado porRobert Pattinson, tampoco. Se le quiere dar el mismo protagonismo que a Dean, pero eso no es lo que el público espera y desea.