«La reina de África» (The African Queen)
John Huston
USA 1951
v.o.s.
El cine es sobre todo una emoción, no importa tanto si una película es realmente buena, sino cómo nos sentimos cuando la vemos. Nada me gustaría más que hablar bien de La reina de África, pero no va a ser posible. En ocasiones, hay filmes que a pesar de sus grandes virtudes, que en este caso las tiene y en cantidad, me dejan fría, indiferente y hasta un punto molesta. Entonces te preguntas qué es lo que no ha funcionado y puedes buscarlo y encontrarlo, en parte, pero la explicación seguramente no será plenamente satisfactoria. Supongo que lo que más me molesta es la insinceridad.
Estamos en África Central en territorio colonial alemán y la Primera Guerra Mundial acaba de empezar. Dos hermanos hacen de misioneros, Samuel=Robert Morley y Rosie=Katharine Hepburn. Charlie Allnut/Humphrey Bogart es un sencillo y tosco transportista por el río con una embarcación llamada «La reina de África». Los alemanes irrumpen en el poblado incenciándolo y llevándose a sus habitantes. El reverendo tiene un altercado con ellos del que ya no se recuperará y muere enloquecido. Allnut recoge a Rosie para llevarla a territorio seguro. Ambos emprenden un viaje a través del río durante el cual se enfrentarán a numerosos peligros, podrán a prueba su temple, se conocerán mejor y finalmente se enamorán. Termina con un episodio de patriotismo británico.
La reina de África empieza con una secuencia memorable: en una iglesia protestante en un lugar perdido de África, un grupo numeroso de nativos «masacra» un himno religioso, en lo que parece un canto discordante o directamente delirante, mientras el servicio es conducido por un incompetente misionero y su hermana inquieta y resignada lo acompaña musicalmente. Parece improbable que los nativos tengan tan poco oído musical y esa escena perturbadora, que en parte no deja de ser una crítica los esfuerzos inútiles por cristianizar como sea, pone en evidencia la distancia, la enorme distancia que hay entre lo que se proponen los misioneros y lo que consiguen.
Después de ese inicio magnífico, la película tiende ir un poco a la deriva y se sostiene gracias a la fabulosa interpretación de Bogart y Hepburn. Que componen un par de sencillos y entrañables seres, que se enamoran y se apoyan, capaces de enfrentarse a cualquier peligro. Sin embargo, la sensación que tengo es que cada uno interpreta por separado, qué realmente no hay química.
El rodaje de la película fue muy complicado, tanto por las localizaciones en África como por el empeño del director John Huston en cazar elefantes, con lo que descuidó parcialmente su trabajo. Hay una cinta basada en estas experiencias: «Cazador blanco, corazón negro» (1990). He visto La reina… sin tener en cuenta este detalle y mi impresión es que hay cierto descuido, como si los actores fueran a su aire y algún plano repetido del río. Hay que considerar que la película está considerada una de las grandes: la lista AFI la tiene situada en la posición 17 en 1998 y 65 en 2007.
Por otro lado me resulta antipática la pretensión de Rosie de destruir el cañonero alemán y con unos torpedos (¿?). Aunque la motivación pueda ser la muerte de su hermano. No puedo entender cómo una persona de iglesia, apartada del mundo y de una guerra lejana, pueda tener esa idea en la mente. Además hay tener en cuenta que estamos en la Primera Guerra Mundial con menos rencor por los alemanes, claro que la película está hecha en 1951. Basada a su vez en un libro del escritor británico C.S. Ferester de 1935. Sólo puedo entenderlo como propaganda belicista y colonialista británica, difundiendo el mensaje que todo súbdito tiene el deber de hacer la guerra que esté en sus manos. Por otro lado ni Bogart, ni Hepburn pasan como ingleses.
|
diferentes recuerdos del rodaje |
Película en la lista AFI. Ocupa el
puesto 17 en 1998
puesto 65 en 2007