» Max «
Menno Meyjes
Canadá, 2002
No sé porqué las películas que vienen con bandera canadiense me dan la impresión de imposibilidad de hacerlas en USA, sean por motivos financieros o de otro tipo.
Dicen que el director y guionista Meyjes planteó este proyecto a Steven Spielberg para su producción y en principio estaba interesado, pero después Spielberg le dijo que él como judío se sentía indómodo con el tema. Espero que lo hiciera por los mismos motivos que citaré a continuación.
Por enésima vez me digo que no volveré a ver una película sobre el Holocausto o la gestación del mismo, o sobre el problema judío. Creo que he visto las suficientes y más. Estoy plenamente concienciada y hasta cierto punto saturada. Pero, sin duda, cuando empiezas a ver alguna cinta sobre el tema, sobre todo, si se abordan aspectos menos explorados y el proyecto tiene calidad no puedes evitar verlas.
Me parece muy interesante investigar en los orígenes del nacismo o el ascenso de Hitler y cómo toda una nación se dejó llevar por la locura y en principio esta sería la tesis de la película. Que partiendo de unos sucesos ficticios reelaboran la posibilidad de que las cosas pudieran haber ido de otra manera. La historia nos cuenta la supuesta relación entre un marchante de arte judío rico, Max Rothman/John Cusack y un supuesto prometedor pintor Adolf Hitler/Noah Taylor. De la evolución positiva de esa colaboración podría haber sido completamente distinto el destino de los judíos alemanes. Premisa evidentemente atractiva.
Max es un judío al que le falta un brazo y de familia rica que se mueve entre los mejores artistas de entreguerras. Se convierte en marchante de la obra de Hitler y al mismo tiempo intenta ser su amigo y aconserjarle lo mejor posible. Pero Hitler no logra proyectar su rabia de alemán vencido y vendido en la primera guerra mundial y su frustración personal en la pintura, a pesar de los sabios consejos de Max y acaba proyectándola hacia la política. Hay un último momento en que esa fantasía ario-germánica-pureza de sangre tiene una vertiente de posibilidad artística y Max está dispuesto a apostar por ella, pero las simientes del odio que ya están sembradas acabarán con tal posibilidad.
Con una dirección y fotografía correctas, gran interés por los detalles, sobre todo objetos, y una interpretación de Noah Taylor más que convincente, la película se ve con agrado e interés, hasta que descubres el verdadero y escondido mensaje y entonces puede que hasta te enfades.
Primero, resulta total y absolutamente imposible que cualquier marchante de arte moderno pudiera ni remotamente interesarse, ni siquiera detenerse a mirar las pinturas de Hitler.
Y Segundo, en realidad toda esta historia ficticia está construida como una metáfora de lo que pasó y de lo que podría pasar: un judío no ortodoxo, cuya moralidad es débil, que él mismo se ha debilitado (le falta un brazo) al perder el contacto con sus raíces, cree que puede convencer y cambiar la trayectoria de sus enemigos, por lo que subestima el peligro que representan. Además de intentar ayudar a quien no lo merece y quien sin duda en el futuro los atacará. Consecuentemente: ¿debemos mostrar compasión por aquellos que son nuestros enemigos potenciales? no. La conclusión es pavorosa.