El animador, 1960

«El animador»  (The Entertainer)

Tony Richardson
Reino Unido, 1960

v.o.s.
blanco y negro

Basada en la obra de teatro de John Osborne de mismo título de 1957. La acción es contemporánea a la fecha de escritura. En una población costera cercana a Londres malvive Archie Rice (Laurence Olivier) representando una obra de music hall cuando el género ya está muerto. La falta de éxito, al contrario de lo que sucedió con su padre, lo ha convertido en una mala persona que no duda en hacer daño a seres queridos y semejantes con tal de obtener sus propósitos.
En esta obra se unen, por así decirlo «los jóvenes airados» (Angry Young Men) por parte de John Osborne, y «el free cinema inglés» con Tony Richardson. Ambos movimientos se desarrollaron durante la década de los cincuenta y algo de los sesenta expresan en tintes oscuros y desesperanzados la situación de la clase baja inglesa. Era un momento en el que parecía que vivir en Inglaterra era una porquería y no había ninguna perspectiva para los jóvenes de clase baja. Sin embargo y demostrando que a veces los vaticinios pueden ser pesimistas, en poquísimo tiempo llegaron los Beatles (1962) y toda la explosión musical. Mary Quant, la minifalta y la moda, Barnaby Street etc. y Londres e Inglaterra se convirtieron en la máxima explosión de la modernidad.
La película y la historia son muy sinceras, pero también muy deprimentes. Es interesante de ver, sobre todo para admirar el gran trabajo de Laurence Olivier, tan alejado en este caso de sus papeles remilgados y shakesperianos. Una verdadera lección de actor.
Olivier comparte cartel con la debutante actriz en cine Joan Plowright, que interpreta a su hija y que se convertiría en su mujer al año siguiente. Aparecen también unos jovencísimos Alan Bates y Albert Finney.

Un sabor a miel, 1961

«Un sabor a miel»  (A Taste of Honey)

Tony Richardson
Reino Unido 1961

v.o.s.
blanco y negro

Adaptación para la pantalla de la obra teatral de mismo título de Shelagh Delaney. Rodada en blanco y negro con localizaciones en Salford cerca de Manchester en Inglaterra, zona de ambiente obrero y deprimido.
 

Una adolescente vive con su madre, una bala perdida, sin oficio ni beneficio, que se deja llevar por su inconsistencia y su ir y venir de un hombre a otro. La chica, poco agraciada y un poco patosa,  aun va al colegio pero ya piensa en dejarlo y ponerse a trabajar para independizarse. Pronto queda embarazada de un marinero negro y provisionalmente vivirá con un amigo que tiene dudas sobre su propia sexualidad.

 
Debut revelación en la pantalla de la actriz Rita Tushingham que compone un buen personaje, así como la madre (Dora Bryan), el novio (Robert Stephens) y el amigo (Murray Melvin). En esos caracteres de personas de clase baja inglesa, que conocemos tan bien gracias a las películas.
 
La dirección de Tony Richardson se enmarca dentro del estilo del «free cinema» que era como una especie de neorrealismo italiano trasladado a Inglaterra, subrayando el espacio, tanto de barrio obrero como de parque de atracciones, niños en la calle, paisaje degradado, etc.
 
La historia es profundamente deprimente y en la última parte del metraje se nota una cierta reiteración de lo que ya sabemos del personaje principal.

La última carga, 1968

«La última carga»  (The Charge of the Light Brigade)

Tony Richardson
Reino Unido, 1968

v.o.s.

La carga de la Brigada Ligera es un hecho histórico de la guerra de Crimea que el poeta Lord Tennyson inmoralizó de forma sublime y donde murieron 600 jinetes.
 
Este hecho tiende a plasmarse de forma heroica como por ejemplo la versión de 1936 de Michael Curtiz (que comentaré a continuación), pero Tony Richardson fiel exponente del free cinema inglés quería desmitificarlo desde dentro.
 
La película se convierte en una plasmación de un desastre anunciado: unos mandos militares estúpidos y pretenciosos, un aparato militar mastodóntico y arcaico, una carga de la caballería contra los cañones del ejercito ruso basada en el error y la idiotez. Richardson sabe mostrar perfectamente todo ese complejo mosaico de elementos dispersos y además cuenta con el apoyo de grandes interpretes ingleses: David Hemmings, Trevor Howard o un espléndido John Gielgud entre otros.
 
Sin embargo, al contrario de lo que pueda parecer el exceso de medios y extras, deja patente la incapacidad de Richardson para administrar tanto material. La película resulta irregular en cuanto a que escenas y planos a usar, un montaje discutible y el exceso de crítica y sarcasmo le resta objetividad.

Cabe destacar, también, unos irónicos títulos de crédito tipo dibujos animados al estilo de la revista satírica Punch, realizadas por Richard Williams, que también se intercalan durante la película.  

La soledad del corredor de fondo, 1962

» La soledad del corredor de fondo » (The Loneliness of the Long Distance Runner)

Tony Richardson
Reino Unido, 1962

v.o.s.

Basada en un libro de Alan Sillitoe, conocedor de primera mano de los ambientes obreros ingleses. Narra la historia de un joven de clase baja en Nottingham que ya no estudia, ni trabaja. Que acaba de ver morir a su padre inmerso en una existencia que percibe que puede ser la suya y que considera al «sistema» como enemigo en todas sus manifestaciones. Su afición a correr podría reportarle alguna salida, pero él no está dispuesto a hacer concesiones de ninguna clase.
Rodada en blanco y negro, con una fotografía anodina y una música que acaba siendo molesta. Goza del talento interpretativo de Tom Courtenay como el protagonista y de Michael Redgrave como el bienintencionado, pero falto de perspicacia, director del reformatorio Michael Redgrave. Así como una colección de secundarios que dan verosimilitud a la trama.
Hay una visión de la clase obrera que seguramente heredará Ken Loach y una cierta similitud con «Los cuatrocientos golpes» (1959) con la que comparte algunos aspectos. Aunque la película francesa está mejor conseguida.
Es una lástima que no se aproveche más el entorno fabril de Nottingham y en cambio se abuse de paisajes naturales mientras corre, aunque pueda simbolizar la libertad. Que no se entienda la diferencia de edad de Colin con sus hermanos, lo que nos hace pensar que en realidad es mucho más joven de lo que parece. Que el robo en la panadería se presente de forma cómica, aunque sea esa la forma en la que lo viven los muchachos.

Ciertamente la edad de Colin plantea bastantes problemas (que la película no resuelve). Parece situarse entre los catorce y los dieciocho, ya que entra en un reformatorio. Ya no estudia, pero no trabaja y no por falta de posibilidades. Le ofrecen un trabajo en la fábrica que el rechaza delante de la madre con la aprobación de ésta. Y sin formación no parece que pueda aspirar a nada mejor. Por otro lado sale con una chica y tiene relaciones sexuales, así que debe de estar en los dieciocho. Este detalle es importante porque si es un chico de catorce, su comportamiento general, su falta de responsabilidad y las tonterías que hace pueden encontrar en la audiencia cierta comprensión (como pasa en -Los Cuatrocientos golpes-), pero si ya es algo mayor no tiene excusa: haraganeando por las calles mientras su madre trabaja, sin hacer nada de provecho, salvo lamentarse y autocompadecerse.

Sin duda lo mejor es el inesperado final, que a pesar de ser gratificante para Colin, no es más que la antesala de toda una vida condenada al fracaso.

Los seres queridos, 1965

«Los seres queridos» (The Loved One)

Dir. Tony Richardson
Reino Unido, 1965
Mi opinión sobre esta película está asociada a su propia historia. La ví cuando la estrenaron, me gustó bastante y siempre he conservado un recuerdo mental general de ella, como un film ácido e inteligente, que tenía ganas de volver a visionar. También quise durante bastante tiempo comprarme la novela en la que esta basada, del escritor inglés, Evelyn Waugh, muy conocido por ser el autor de «Retorno a Brideshead», pero no la encontré y cuando la encontré ya no me interesaba.
Hace varios meses tuve la oportunidad de verla nuevamente por televisión. En una proyección y copia lamentables, tanto, que me costaba ver la película. En un blanco y negro desmayado y desvaído, mal proyectada; un dolor. En cuanto al argumento envuelto en esas desgracias me pareció que había perdido bastante.
Pero, lo que son las cosas, hace pocos días veo que la hacen nuevamente por televisión y ¡oh milagro! con una proyección perfecta y con una fotografía sublime. Entonces la película cambia por completo. Cada plano está realzado por una planificación excelente y apoyado en una gran fotografía, ambos indisolubles del resultado final. Y la película vuelve a sobresalir por argumento, dirección y fotografía.
La película es una ácida, inteligente, macabra, despiadada visión sobre Los Angeles o la Meca del cine o unos ciertos Estados Unidos vistos con ojos europeos. El cine por dentro, el negocio funerario tanto de personas como de animales (los seres queridos del título), los predicadores estrella, etc.. Con personajes y ambientes delirantes; la maquilladora, un inclasificable Rod Steiger haciendo de arreglador de muertos, su madre, el periódico y su consultorio, el matrimonio que discute por el enterramiento del perro, un extraordinario John Gielgud como el inglés que acabarán sacrificando, el mundo de «prados rumorosos», en fin una colección de infinitos detalles de una considerable mala leche. Quizás lo que resulta menos es el protagonista, que al fin y al cabo cumple con su papel, Robert Morse, al que acabo de ver en una foto reciente y despues casi cincuenta años, está igual. (veo que figura en el reparto de la serie de TV «Mad Men»)
Muy recomentable de ver, pero sólo en las condiciones óptimas.