Valor de ley, 1969

«Valor de ley» (True Grit)

Henry Hathaway
USA, 1969

Después de ver el remake de 2010 que comentaba en la entrada anterior, como ya decía, me quedé con ganas de visionar la película de 1969. Pude encontrar el trailer original y algunos pequeños fragmentos por Internet, lo cual no hizo sino aumentar mi curiosidad, ya que el parecido entre las dos películas es extraordinario. Y además, aunque no sea especial fan de John Wayne, aquí esta bien. ¿Por qué los hermanos Coen vuelven a rodar esta historia? No lo comprendo. Me siento tan intrigada que también compro la novela, aprovechando que se ha vuelto a reeditar y así lo comparo todo.

Bien, la comparativa entre las dos películas y la novela ya la haré en otra entrada separada. Por lo que respecta a esta cinta diré que de entrada el corte de pelo que lleva la actriz Kim Darby que en ese momento tenía ya 22 años e interpreta a una niña de 14, bien, ese corte de pelo es… destrozar la película. Es un impacto visual de un anacronismo tal (es un peinado de cuando se rodó la película), que no podemos recuperarnos. Ya sólo por eso valía la pena hacer una nueva versión. En cuanto a la interpretación de la niña, no está demasiado mal. John Wayne pretendió que ese papel lo hiciera o bien su hija Aissa o la cantante de «The Carpenters» Karen, también se barajaron otros nombres como; Mia Farrow, Sally Field o Tuesday Weld. Pero el director impuso a Kim y durante el rodaje John Wayne no podía soportarla.

En cuanto al papel de Cogburn, primero se propuso a Robert Mitchum que declinó la oferta de lo que se arrepintió rofundamente después. Finalmente lo interpretó John Wayne por lo que ganó su único Oscar. Wayne está bien, está simpático y convincente. No es el papel de su vida pero a esas alturas o le daban el Oscar o ya se moría sin recibirlo.

En cuanto a la película propiamente dicha es inevitable hablar de ella en relación a la nueva de 2010. Digamos que «Valor de ley» (1969) está en la línea de «Bonanza»; los colores son claros, brillantes, las ropas límpias y el espacio ordenado. Pero, es que la novela de Charles Portis es así. No en vano está escrita en 1968. No hay que olvidar que la historia la explica la niña y para ella es un recuerdo positivo, su gran aventura.

La guionista Margueritte Roberts, profesional de gran experiencia que había estado en las «listas negras» hace un gran trabajo de adaptación. Mucho mejor que los Coen.

En cuanto a los otros actores: Glen Campbell como La Boeuf está muy limitado. Es el que canta la canción de la banda sonora (por cierto, se propuso a Elvis Presley para interpretar el papel y la canción). Un Jeff Corey muy mayor (55 años) hace del asesino Tom Chaney (25 años). Robert Duvall como Ned Pepper y Dennis Hopper como Moon.

Mientras ves la película y salvando algunos detalles, te dices que está bien, que está bastante bien. Es otra perspectiva, distinta de los Coen, pero válida en cuanto es más fiel a la novela. Cuando llega la escena del enfrentamiento entre John Wayne=Cogburn y los cuatro forajidos y compruebas que los Coen la han vuelto a filmar igual, no sales de tu asombro. ¿Qué quiere decir? ¿Para qué la ruedan igual? Y entonces llegamos al final de la película y ¡Oh, sorpresa! nos colocan un final feliz distinto al de la novela que nos deja atónitos. ¿Pero por qué? ¿qué horror? Y entonces todo se aclara, se comprende que los Coen hagan una nueva película.

Me recuerda el caso de «Desayuno con diamantes» (Breakfast at Tiffany’s, 1961) de Blake Edwards, con la maravillosa Audrey Hepburn. ¿Quien se atreverá a hacer una nueva versión que respete la novela original de Truman Capote?, es demasiado a superar; Audrey, la música de Henry Mancini, la canción «Moon River». Truman Capote también se paseaba al igual que Charles Portis por el plató de la película viendo como destrozaban su historia. Pero supongo que money is money.

Tres lanceros bengalíes, 1935

«Tres lanceros bengalíes» (The Lives of a Bengal Lancer)

Henry Hathaway
USA, 1935

Película en blanco y negro clásica, de aventuras militares en la frontera de la India colonial. Con una inaceptable, aunque comprensible, verborrea militar y colonialista con la que por momentos me imaginaba, precisamente, al dictador Franco disfrutando de lo lindo en su butaca del cine particular que tenía en el Palacio de El Pardo (en una reposición, por supuesto). 
Ahora bien, dejando de lado ese aspecto, y se puede dejar, la historia de aventuras de tres amigos, en las que la camararería y la amistad son lo más importante, la presencia de un divertido, carismático, exaltado, apasionado Gary Cooper en la cima de su carrera y un caballero como Franchot Tone en un contrapeso ideal hacen que nos olvidemos de lo anterior. Aventuras, amistad, heroísmo, escenas divertidas, ironía… ¡Qué más se puede pedir!