Los diez mandamientos, 1956

«Los diez mandamientos»  (The Ten Commandments)

Cecil B. DeMille
USA 1956

v.o.s.

DeMille ya había dirigido «Los diez mandamientos» en 1923, en blanco y negro y muda. Ahora volvía a hacerlo con cámaras VistaVisión y en Technicolor. Con una duración de casi cuatro horas (220 minutos) y parte del rodaje en Egipto.  El resultado: una película espectacular, enormemente rentable (costó 13 millones de dólares y su recaudación está por encima de los 80) y tan sólo un Oscar a los efectos especiales.

Con una presentación suntuosa que incluye obertura, intermedio y final musical con la banda sonora de Elmer Bernstein y la asombrosa presencia del propio Cecil B. De Mille saliendo de unas cortinas como de teatro y explicando al público lo que van a ver.

Lo primero que me sorprende al volver a verla es lo engañosa que es. Las escenas de grandes masas se reducen a dos ocasiones: la salida de Egipto y el cruce del Mar Rojo, el resto de la película son escenas prácticamente íntimas con dos o tres personajes hablando. La impresión es que los diez mandamientos es un excusa para hablar de un triángulo amoroso. Se dedica casi media cinta a narrar unos supuestos hechos de la juventud de Moisés, inventados, que es lo que sustenta toda la historia. Moisés crece en palacio como hijo de la hermana del Faraón Sethi y compite con Ramsés, el hijo del propio Faraón,  por lograr el trono y la mano de Nefretiri que es la hermana de Ramsés (circunstancia que queda poco clara para que no sea evidente el incesto). Esta competencia entre pseudoprimos frente al Faraón y la princesa y el descubrimiento de que Moisés no es hijo de la hermana del Faraón, sino de esclavos y su posterior caída en desgracia, es lo que verdaderamente sustenta la historia de la película. Todo lo demás es un más a más.

Esta tensión entre los tres personajes está magníficamente representada por Charlton Heston como Moisés, Yul Brynner como Ramsés y Anne Baxter como Nefretiri (con un vestuario espectacular). Hábilmente hay el apoyo de otros contrapesos actorales como Edward G. Robinson como el malo entre los suyos, y la pareja joven Debra Paget y John Dereck como Joshua, entre otros.

Se trata de una gran película que merece el puesto de honor que ocupa en la Historia del Cine, por su gran esfuerzo de producción, resultado y vocación de convocar a grandes masas para verla y satisfacerlas tanto si esperan ver una representación religiosa o simplemente una historia de amor y odio, de esas que siempre funcionan.

Anexo
Con la facilidad con la que se suelen inventar cosas de éste u otro personaje bíblico, es sintomático que nunca se represente a Moisés tal como era, tartamudo o «torpe de palabra», de forma que al comentárselo a Yahveh que él no podría hablar con el Faraón por su imposibilidad verbal, Dios (en lugar de obrar un milagro y curarlo) le sugiere que sea su hermano Aarón quien hable por él. (seguramente para evitar que Moisés no se creyera en exceso el papel de libertador ¿?, digo yo)

Las cruzadas, 1935

«Las Cruzadas»  (Las Crusades)

Cecil B. DeMille
USA 1935

v.o.s.
blanco y negro
sonora

A Cecil B. DeMille le encantaban este tipo de películas, históricas o bíblicas, que le permitian expresar cierta grandilocuencia de todo género y que conectaba con un público ávido de grandes espectáculos visuales.
Claro que hay una cierta distancia entre sus primeros proyectos, con cierta limitados de recursos y escenarios y las últimas con una producción más adecuada a las intenciones. Es decir, no es lo mismo ver «Las Cruzadas» en interiores, blanco y negro, una acción casi centrada en amoríos a «Los diez Mandamientos» (1956) en la que aparte de un gasto considerable, color, etc. había un cierto rigor en la historia.
Esta producción queda muy próxima al cine mudo y el argumento está tratado de forma demasiado superficial, podrían ser Las Cruzadas o cualquier otra circunstancia sin que cambiara nada sustancial . Loretta Young como protagonista femenina está muy guapa. Henry Wilcoxon parece de todo, menos un rey.  En general, me ha resultado pesada y aburrida.

Sansón y Dalila, 1949

«Sansón y Dalila»  (Samson and Delilah)

Cecil B. DeMille
USA 1949

v.o.s.

Pensaba que DeMille había aprovechado vestuario y decorados de “Los diez mandamientos”, pero dado que la rodó en 1956 no es posible.

Sansón y Dalila está basada en el  conocido relato del Antiguo Testamento, aunque la historia es bastante diferente por lo que se refiere a Dalila. Con ese estilo inconfundible del director americano y su gusto por llevar a la pantalla fastuosidades de todo tipo, erotismo soterrado, sadismo declarado y ganas de satisfacer a las masas.



Angela Lansbury como la hermana de Dalila
La película en un principio resulta poco atractiva por la falta naturalidad en la presentación, en los decorados y en el vestuario así como joyas excesivos. También sería más realista si entre la primera Dalila y la segunda hubiera más diferencia física. Sin embargo, una vez asumidas las circunstancias, se imponen otros elementos, como por ejemplo, el reparto: con una deslumbrantemente hermosa Hedy Lamarr como Dalila, un Victor Mature que no molesta como Sansón, una joven y casi desconocida Angela Lansbury que nos confirma que fue joven alguna vez y un Georges Sanders sabiendo estar.

La historia tiene un componente argumental que la hace perdurar a través de los siglos. En el fondo trata de la imposibilidad de ser feliz. Nadie en el relato consigue sus deseos y toda felicidad es malograda. Que Dalila se vengue porque es despreciada y después no pueda gozar de su venganza porque su amor se lo impide es terriblemente comprensible. Veáse la emocionante escena cuando Dalila va a ver a Sansón a la prisión ignorando que es ciego.



De la cinta cabe destacar el color resplandeciente, la música de Victor Young, con una melodía inolvidable y el final con la destrucción del templo. Entre las curiosidades:aparece Russ Tamblyn (West Side Story) como el niño Saul y fue la película más taquillera de 1949 con 11millones de recaudación frente a un coste de 3.
destrucción del templo
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